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El síntoma se llama calentamiento climático, pero la enfermedad se llama capitalismo
Posted: 08 May 2015 06:14 AM PDT
d9932c6bcdf35d7080d5292013b821b7Excelente artigo sobre o livro de  Jorge Riechmann que é profesor titular de Filosofía Moral en la Universidad Autónoma de Madrid, membro de Ecologistas en Acción e do Consejo Ciudadano do partido Podemos na Espanha. A entrevista é sobre seu novo livro “Autoconstrucción – La transformación cultural que necesitamos”. 
“El síntoma se llama calentamiento climático, pero la enfermedad se llama capitalismo”
Nos dice que “estamos consumiendo el planeta como si no hubiera un mañana”; que “lo que hace falta son transformaciones estructurales profundas, casi revolucionarias”.
Por Emma Rodríguez 
Denomina Jorge Riechmann al siglo XXI como “el siglo de la gran prueba” o como “la era de los límites”. Nos dice que “estamos consumiendo el planeta como si no hubiera un mañana”; que “lo que hace falta son transformaciones estructurales profundas, casi revolucionarias” y que ya no podemos confiar en que será la generación de nuestros nietos la que las lleve a cabo, porque estamos en “tiempo de descuento”. Todo esto nos lo cuenta en Autoconstrucción, uno de esos libros que funcionan como un aldabonazo en las conciencias, que sacuden el letargo y conducen a plantear la gran pregunta: ¿Estamos aún a tiempo de salvar el planeta? Es un interrogante que el propio autor abre una y otra vez en en el recorrido de un ensayo esclarecedor que nos invita a tomar conciencia de la urgencia de la lucha ecológica, de la necesidad de avanzar lo más suavemente que se pueda hacia sociedades de la sobriedad, de la contención, de otro tipo de realizaciones y plenitudes no asociadas a la adquisición constante de pertenencias, de propiedades, de productos de consumo.
Profesor titular de Filosofía Moral en la Universidad Autónoma de Madrid, traductor, poeta, ensayista, miembro de Ecologistas en Acción y desde hace poco del Consejo Ciudadano de Podemos, Riechmann va desgranando un buen puñado de verdades, de reflexiones incómodas, pero absolutamente necesarias, en esta Autoconstrucción, subtitulada La transformación cultural que necesitamos, que nos anima a pensarlo todo de otra manera, a encontrar nuevas palabras, nuevos vínculos, nuevas imágenes para situarnos frente a un presente de resquebrajamientos y de oportunidades de cambio. “Jamás se había hablado tanto sobre las desigualdades sociales, jamás se había hecho tan poco para reducirlas… Nunca se había hablado tanto los daños ecológicos, y nunca se ha hecho tan poco para delimitarlos”, leemos muy al comienzo de un libro que traza un magnífico diagnóstico de dónde estamos y hacia dónde podemos dirigirnos.
He aquí las cuestiones que plantea Jorge Riechmann en Autoconstrucción (Ediciones Catarata). Son muchas las salidas que ofrece este libro, pero lo esencial es su llamamiento a un cambio de conciencia, de valores, de usos y costumbres. “La economía es una construcción humana. Las leyes económicas no son como la ley de la gravedad. Pueden ser transformadas (…) Pero para ello la gente ha de cambiar de conducta”, se utiliza como arranque de un capítulo este párrafo-lema extraído del informe de un centro de estudios económicos. Hay en el ensayo reflexiones sobre el papel cada vez más activo de los consumidores –consumidores rebeldes–; sobre la cultura como base de la comprensión de los cambios; sobre los movimientos sociales que deben convertirse en la base de las nuevas sociedades… “Hemos de vivir de otra manera”, es la frase que cierra el libro. Pero aquí, lejos de cerrar, empezamos con la conversación.
– “El síntoma se llama calentamiento climático, pero la enfermedad se llama capitalismo”. Así se titula un epígrafe del ensayo donde se hace referencia al rotundo fracaso de la cumbre de Copenhague en 2009, una cumbre donde se aspiraba a lograr un acuerdo global de reducción de emisiones de gases de efecto invernadero, que sustituyese al Protocolo de Kioto. Ahora estamos a la espera de una nueva reunión en París en diciembre de este 2015. Parece que los límites son absolutamente incompatibles con el capitalismo salvaje.
– Así es. Hacia 1980 fue cuando ganaron las elecciones generales Margaret Thatcher en Gran Bretaña y posteriormente Ronald Reagan en EE.UU. Ahí tenemos que fijar eldesplazamiento del mundo hacia una derecha conservadora, que ha sido hegemónica desde entonces, y que ha resultado letal en lo que se refiere a las cuestiones económico sociales. Hacia 1980 se puso en marcha el proceso de desregulación financiera y comercial. Hasta entonces, las economías, el crecimiento del capital y de los activos financieros iban acompasados al crecimiento de lo que llamamos economía real, pero a partir de ahí se rompió el equilibrio, todo se abrió en forma de tijera y lo financiero comenzó a crecer de manera metastásica y a dominarlo todo. Es ahí donde nos encontramos ahora. Esa es la situación. Si no somos capaces de romper con esa clase de políticas y con las culturas que las acompañan, lo tenemos realmente difícil.
– ¿Se ha fracasado a nivel general, no sólo en España, en la comunicación, en la difusión? Se habla mucho de ecología, en ciertos ámbitos está muy de moda, se ha superficializado incluso, pero la verdadera conciencia ecológica no ha llegado a la gente.
– Quiero hacer hincapié en un aspecto que me parece muy importante, la educación. El título del libro, Autoconstrucción, que en griego podríamos decir paideia, educación en un sentido amplio, es una llamada a que no entendamos la educación sólo como el aprendizaje que se imparte en las escuelas, los institutos y luego en las universidades. Los contextos educativos son los contextos sociales generales, y yo creo que la manera de autoconstrucción, de autoformación, de educación, de paideia más importante para todo lo que estamos hablando, sin menospreciar la educación ambiental en sentido estricto y formal, es la que se da en los movimientos sociales. Es ahí donde la gente se autoorganiza para actuar y, mientras lo hace, aprende en el recorrido. Lo que sucede es que, mientras en los años 70 y 80 esa clase de procesos iban hacia adelante, pese a todas las dificultades, desde entonces, parecen no avanzar porque hay muchos intereses y mucha desinformación en el camino. Y, por otro lado, de manera contradictoria, la gente está como saturada y harta de que le hablen de ecología. Ese fenómeno también lo recojo en algún momento del libro. Hay hasta un término que han acuñado los sociólogos, la ecofatiga, para describirlo. Efectivamente, como bien indicas, hay mucha cháchara, mucho marketing verde, mucha propaganda, mucho uso de imágenes, estilemas, apropiación de contenidos. Ahora la Unión Europea está hablando de economía circular. Se utilizan conceptos que vienen del movimiento ecologista y que han sido apropiados, transformados en otra cosa. Sustentabilidad o sostenibilidad, por ejemplo, son nociones que vienen del mundo ecológico, pero cuando un presidente o un consejero delegado de una gran empresa habla de desarrollo sostenible, en el 99% de los casos está transformando en su contrario lo que inicialmente fue el sentido del término. Todo eso lleva a una situación de muchísima confusión. en la cual la gente tiene muchas veces la impresión de que todo el tiempo se está hablando de ecología, de que se hacen cosas que están muy cerca de quienes pueden manejar palancas de poder. Hay muchísima propaganda, muchísima moda alrededor que lo desvirtúa todo. Se publican revistas que nos venden el concepto de la buena vida, pero que están llenas de anuncios a toda página de grandes empresas energéticas. Eso es lo que metaboliza como ecología la cultura dominante y resulta muy perjudicial, porque, por supuesto, no tiene nada que ver, está muy alejado de lo que debería ser, de lo que nos tocaría hacer…
Texto completo está aqui: http://lecturassumergidas.com/2015/04/29/jorge-riechmann-consumimos-el-planeta-como-si-no-hubiera-un-manana/?fb_action_ids=808180005938888&fb_action_types=og.shares
Um pouco de música: (Nothing But) Flowers
Posted: 07 May 2015 05:59 PM PDT
Talking Heads cantam (Nothing But) Flowers, tradução (Nada Mas) Flores
Aqui estamos
Como um Adão e uma Eva
Cataratas
O Jardim do Éden
Dois loucos de amor
Tão linda e forte
Os pássaros nas árvores
está sorrindo para eles
A partir da idade dos dinossauros. Carro
ter executado com gasolina
Onde, onde eles foram?
Agora não há nada além de flores
Havia uma fábrica
Agora há montanhas e rios
você tem isso, você conseguiu
Pegamos uma cascavel
Agora temos algo para o jantar
nós temos, nós conseguimos
Houve um shopping center
Agora está todo coberto de flores
você tem isso, você tem isso
Se este é o paraíso
Eu gostaria de ter um cortador de grama
você tem isso, você tem isso
Anos atrás
eu era um jovem revoltado
eu fingir
Que eu era um outdoor
pe de altura
Ao lado da estrada
eu me apaixonei
Com uma estrada bonita
Isto costumava ser imobiliário
Agora é só campos e árvores
Onde, onde está a cidade
Agora não há nada além de flores
As rodovias e carros
foram sacrificados para a agricultura
Eu pensei que iríamos começar de novo
Mas eu acho que eu estava errado
Uma vez que havia estacionamentos
Agora é um oásis de tranquilidade
você tem isso, você conseguiu
Este foi um Pizza Hut
Agora está todo coberto de margaridas
você tem isso, você conseguiu
Eu sinto falta dos tonks honky
Dairy Queens, e 7-Eleven
você tem isso, você conseguiu
E como as coisas desmoronaram. Ningué
prestou muita atenção
você tem isso, você conseguiu
Eu sonho com tortas de cereja
barras de chocolate e biscoitos de chocolate
você tem isso, você conseguiu
Costumávamos microondas
Agora só comer nozes e bagas
você tem isso, você conseguiu
Esta foi uma loja de desconto
Agora se transformou em um milharal
você tem isso, você conseguiu
Não me deixe preso aqui
Laudelino de Quadros Ribeiro 35 anos protegendo o Taim
Posted: 01 May 2015 06:21 PM PDT
…volta e meia a ZH faz jornalismo de cunho ambiental…
Ao assumir a missão de defensor do Taim da ação humana, Laudelino chegou a tentar “camperear” as capivaras durante uma seca forte no Banhado do Palmito, que fica próximo à Lagoa Mangueira. Foto: Lauro Alves/Agencia RBS
Ao assumir a missão de defensor do Taim da ação humana, Laudelino chegou a tentar “camperear” as capivaras durante uma seca forte no Banhado do Palmito, que fica próximo à Lagoa Mangueira.
Foto: Lauro Alves/Agencia RBS
Conheça a história do homem que cuidou do Taim durante 35 anos
Laudelino de Quadros Ribeiro encerra série sobre o Dia do Trabalho
A vida de Laudelino de Quadros Ribeiro é permeada por duas frases: “não pode” e “tudo na santa paz”. A primeira delas define o seu ofício, a segunda, o homem que é. Para alguém que nunca precisou procurar emprego, a vida profissional deste guardião da Estação Ecológica do Taim terminou na última semana com louvor: foram 35 anos mantendo intacto um patrimônio dos brasileiros.
A aposentadoria veio a contragosto. O técnico ambiental que não estudou em escola, mas no lombo do cavalo, vai precisar se despedir dos cerca de oito mil hectares de pampa que cuidava registrados na palma da mão. Não há quem conheça a faixa de praia e banhado do farol Sarita até o começo da Lagoa Mangueira como o Cabeça. É pelo apelido, dado por um velho índio ainda na infância, que todos o conhecem. E é como se apresentava pelo rádio VHF, sempre às 8h, ao meio-dia e às 18h.
— Sede, sede, é a base Costeira.
— Na escuta, Cabeça. Tudo certo? Algum problema?
— Tuuudo certo, na santa paz.
Invariavelmente, nos únicos três momentos em que dava notícias aos poucos colegas (são apenas 11 funcionários na reserva), vinha a frase que mostra como encara a vida. A “santa paz” não é apenas um estado de espírito adquirido por Laudelino, fruto do isolamento e da solidão, é do que precisa para estar vivo. Assim ajudou a manter intacto aquele pedaço de Taim próximo ao Oceano Atlântico.
Uma missão que recebeu sem precisar passar pelo departamento de recursos humanos. O currículo está apenas na ponta da língua. O senhor de 70 anos nasceu e se criou dentro do que viria a se tornar a estação ecológica. Filho de um funcionário da estância Caçapava, uma propriedade de quase 20 mil hectares desapropriada em parte para ser preservada, tinha o perfil inigualável para um vigia.
Aceitou o cargo de técnico ambiental, uma relação de trabalho que consistia mais ou menos no seguinte: Laudelino entregaria o conhecimento, o olhar atento e o zelo pela região em troca do salário e da liberdade de viver onde encontrava a “santa paz”. Não conseguiu fazer o curso de autuação, e nunca pôde ascender a fiscal. Por isso, quando avistava um infrator, chamava o reforço dos colegas.
A Caçapava e a Costeira são as duas mais isoladas das cinco bases da Estação Ecológica do Taim, hoje administrada pelo Instituto Chico Mendes de Conservação da Biodiversidade (ICMBIO), autarquia ligada ao Ministério do Meio Ambiente. Eram a praça de Cabeça até sábado passado, último dia de trabalho antes da aposentadoria compulsória. Agora, não tem mais volta. Precisa deixar o lugar que, mesmo para os colegas, todos fiscais ambientais de botas gastas, é um fim de mundo — sem luz e com uma água de poço meio amarelada e salobra.
Na base Caçapava, Laudelino trabalhou por 25 anos, vivendo ao lado da mulher, Frida, que morreu em 2006. Na Costeira, os últimos 10. Passava até um par de meses isolado na Costeira. Dava os boletins pelo rádio e, na maior parte dos dias, não via ninguém. Perguntado se queria ter conhecido mais gente, nega, convicto.
— Gosto é disso tudo que está aí. Solidão. Céu aberto — resumiu, fitando a imensidão do pampa.
Para os intrusos, as poucas palavras que dizia, invariavelmente, incluíam o “não pode”, dito de maneira firme. Não pode pescar, não pode caçar, não pode tomar banho no mar, não pode acampar, não pode fazer xixi nas dunas. “Mas como assim?”, vinham as perguntas. “Não pode, é reserva”, o assunto era encerrado. E quando alguém era pego no flagra…
— Eles sempre vinham com “ah, eu não sabia”. “Agora sabe”, eu dizia. É reserva. Te arranca.
Apesar da falta de escolaridade, a maneira correta e íntegra com que tratava a todos vencia qualquer argumentação. Certa vez, um grupo de juízes cruzava pela faixa de areia demarcada pela estação com caminhonetes tracionadas. Laudelino interveio, soltou o famigerado “não pode” e começou a ser questionado sobre a legislação que limitava o passeio. Sem saber qualquer linha das leis, descreveu a finalidade da unidade de conservação e convenceu os juristas. Mais tarde, o então chefe da reserva, Amauri Sena Motta, recebeu o telefonema de um deles para cumprimentar a postura de Laudelino.
— Vai encontrar pessoa como ele em concurso público: não tem. É um exemplo de disciplina e de homem íntegro — define Motta.
Campereando capivaras
A rotina era morosa naquele canto de campo. Monitorar intrusos, caça e pesca ilegais, a entrada do gado de terras vizinhas, alertar para a invasão de pinus da vez. Todos os dias, Laudelino encilhava o cavalo pelas 7h, duas horas depois de acordar, e fazia 14 quilômetros de cavalgada até a divisa da unidade com uma imensa propriedade privada de quase 30 mil hectares da espécie invasora — maior em área que a própria estação ecológica, que hoje é de quase 11 mil.
Os pinheiros eram o fim da rota de ida. Os 14 quilômetros de volta poderiam ser ampliados quando algum rastro de carro ou de qualquer outra coisa surgisse na areia da praia. Se houvesse vestígios, ele os seguiria até encontrar o intruso. Laudelino morou a vida toda próximo do mar, a não mais do que dois quilômetros de distância — 300 metros no caso da Costeira. E mesmo cavalgando de sol a sol, só molhou o corpo até os joelhos. Diz que nunca quis tomar banho lá e se refere à “água salgada” com desgosto, como se fosse um erro da natureza.
Ao longo da vida, participou de muitas prisões em flagrante, sempre com apoio dos fiscais e da polícia ambiental. Não autuava, mas o seu conhecimento era solicitado em qualquer operação naqueles banhados. Participava indicando os cantões do Taim. “Ali dá para passar de caminhonete tracionada”, “nesse canto só a cavalo e olhe lá”, “daquele buraco os caçadores gostam” ou “é lá que pescam traíra”.
As prisões caíram muito dentro da estação. Um pouco porque a consciência ambiental aumentou, mas principalmente pela mudança na rota dos caçadores. Com medo da fiscalização intensa das últimas décadas, estão atuando em outras terras menos vigiadas. Hoje, o número de autuações fica na casa dos 30 a 40 por ano dentro do parque ecológico, entre caça, pesca e outros delitos.
O principal alvo das espingardas é a capivara, também chamada de capincho. Abundante nesses banhados hoje, a vida do maior roedor da terra não era tão fácil antes da criação da estação, em 1986. A tradição de caçá-lo perpetuou-se até pouco tempo. Milhares de capincheiros foram pegos até que a legislação endurecesse ao ponto de cobrar altas multas e constituir crime, como atualmente. Os bichos, que eram ariscos, hoje são tão mansos que chegam à porta da casa de Cabeça.
— A rotina aqui é essa: capincho vai, capincho vem — diz.
Ao assumir a missão de defensor do Taim da ação humana, chegou a tentar “camperear” as capivaras durante uma seca forte no Banhado do Palmito, que fica próximo à Lagoa Mangueira. Isto é, tentou tocar como gado os bichos para que fossem para a água. Sem entender o objetivo da investida, eles não fizeram a sua vontade.
Observador do comportamento de todos os animais, Laudelino também presenciou o sumiço da ema. Considerada a maior ave brasileira, era abundante na região. Mas desapareceu com a caça por esporte. Grupos matavam só pelo desafio e as deixavam atiradas no banhado. Dizem que o guarda sabia até qual família gostava de fazer isso, mas como os fatos datavam de muito antes da proteção da área por leis federais, preferiu esquecer.
Hoje, a estação está com a documentação encaminhada para finalmente ampliar a atuação para os 33 mil hectares previstos na sua concepção. Mas a grande expectativa do momento na sede do ICMBIO no Taim é: Laudelino seguirá na santa paz fora do seu fim de mundo? Ele está morando na Vila Quinta, próximo a Rio Grande, ao lado de uma mulher quase 30 anos mais nova. E a única chance de voltar às bases é encarar o mesmo serviço de forma voluntária.
— Vamos propor isso para que ele possa levar essa experiência toda adiante — conta Henrique Ilha, chefe da estação.
No calor da festa de despedida, Laudelino disse que não vai querer e esfregou o indicador e o polegar para justificar. Mas se insistirem com o Cabeça…
Fonte: ZH




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